DETALLS DE REALITAT - UGANDA 2016


L'experiència viscuda i relatada del Jordi ens obrirà els ulls a una realitat diferent però contemporània al nostra temps...

Jueves 27 de octubre. Llevamos dias intentando poner a punto las bicis para descubrir nuevos caminos en la zona rural entre Rakai y el parque Mburo en Uganda. Una nueva ruta que Eloi Belloch se ha currado via google maps a ojo de buen cubero. Lo de "llevamos" es un decir, la verdad es que el trabajo es para Eloi y super Xavi Coris, un crack de la mecánica y el buen humor. Los demás, algo patosos, estorbamos más que otra cosa. No hemos podido traer las bicis por el sobrecoste de KLM y las que dejamos hace tres años necesitan milagros para aguantar equipajes y caminos impracticables pero en manos de Coris todo se arregla... Hay que espabilar, empiezan a llegar las lluvias y los caminos seran imprevisibles...
Repetimos destino por una nueva zona, pero con una novedad, este año nos acompañará Kim Vogel, la sacaremos de su habitual entrega a los demás para ir a pasear por pueblos remotos y entre maravillosas cebras.
Cuando por la mañana Kim avisa a Marian de que por la tarde puede acompañarla a ver a Tom, le pido si puedo unirme a ellas. En mi otra visita a Uganda vi el ala de nutrición infantil del hospital de Kyotera y el proyecto agrario en el que da trabajo a tantas mujeres, pero no tuve ocasión de acompañarla a ver a Tom por que en el grupo había más enfermeras mucho más útiles que yo allí.
Pero esta vez accede encantada, tan solícita a nuestras constantes peticiones como siempre.
Después de comer nos adentramos por desvíos cruzando chozas y pequeños cultivos familiares hasta que hay que dejar el coche atrás y seguir a pie.
Entre palmeras y judias que no crecen por que las lluvias llegan otra vez muy tarde, una choza de adobe como las otras de la zona, de poco más de 15 metros cuadrados repartidos en 4 mini estancias sin más puertas que la de delante y la de detrás. Alguna cortina raída. Pocos enseres. El suelo irregular de tierra compactada. En la parte de atrás, en una silla con cojín proporcionada por Kim, está Tom a la sombra de las palmeras. Frente al fuego apagado que aún por la tarde calienta a un perrucho flaco tumbado en la ceniza.
Tiene 20 años y aparenta 8. Pasó malaria de pequeño, quien sabe exactamente cuando... Apenas tiene movilidad en piernas y brazos y le cuesta levantar la mirada, pero al hacerlo muestra unos ojazos enormes, llenos de vida y alegría por ver a Kim y anticipar sus cariñosos cuidados.
Hace cinco años que lo descubrió. Tras morir la madre lo cuidaba la abuela, pero al fallecer ésta, quedó en manos de un padre sobrepasado. El lugar estaba sucio y el padre no se ocupaba mínimamente de Tom. Kim lo llevó a los tribunales y ahora el padre por órden del juez mantiene la choza limpia y en orden y da de comer dos veces al día a Tom. Por eso la relación entre ellos es algo tensa pero bien respetuosa y agradecida.
Kim interroga a Tom en inglés y él balbucea las respuestas, sobre cuánto come, si ha hecho pipí... Popó no... Es el motivo principal de la visita semanal de Kim, practicarle una lavativa y hoy se ha traido a Marian para ayudarla.
Marian es una aragonesa fuerte con mucha experiencia como enfermera en urgencias. Y corre muchos más kilómetros que yo. Por eso cuando veo que a ella también la supera la situación soy consciente de la magnitud de la misma.
Los tres acariciamos y bromeamos con Tom que celebra feliz las atenciones.
Kim nos pide que la ayudemos a llevarlo dentro, recostado le aplican la lavativa mientras nos explica los problemas con los vecinos cercanos, debe andar con pies de plomo para que la superstición o la ignorancia no conlleven malos juicios hacia ella. Podrían acusarla de abusos sexuales por andar lavando y tocando a un joven como Tom.
Nos lo va explicando mientras esperamos que la lavativa haga efecto y veo como a Marian se le empañan los ojos mientras Kim sonrie cariñosamente comprendiendo nuestras emociones.
Nos explica que aunque cueste de entender, va muy bien que Tom duerma en el suelo por que así no puede caerse de la cama y alcanza bien la botella de plástico donde orina.
Cuando nos dice que ya está, que la lavativa ha hecho efecto, ambas se ponen guantes de latex y sobre una silla de plástico lo lavan con todo el amor que pueden. Luego lo tumban sobre un saco de plástico para acabar de lavarlo bien, mientras Marian nos explica que necesitaría recuperación diaria para recuperar algo de sus atrofiados músculos. Kim comprueba que las nalgas están endurecidas por pasar los dias sentados pero no hay llagas como en otras ocasiones.
Lo visten con ropa que yo he traido, ropa que me dió una mamá del cole a quien se la pedí, mientras aparece el padre empujando una bici oxidada que carga tres garrafas amarillas y viejas de 15 litros de agua que trae desde vete a saber donde.
Su mirada entre vergonzosa, tímida, resentida y agradecida está perdida, pero asiente contento a Kim cuando ésta le reconoce que lo está haciendo muy bien con Tom.
Debe tener 50 años pero aparenta 60. Seco y fuerte me cuesta entender como sigue adelante.
Finalmente acaricio los brazos y piernas frías de tan poca circulación donde apenas se puede hacer masaje por la falta de músculo mientras le ayudo a beber un refresco de fruta que engulle con placer. Después Kim le acerca el plato de comida que le ha traido y él sólo se incorpora para degustarlo con una mano.
Cuando volvemos Kim nos explica que ella no puede venir más por que el padre dejaría de atenderlo y ella no dá más de si. Tampoco tiene voluntarios que puedan venir a diario a hacerle recuperación muscular.
Durante la visita he tenido que salir tres veces de la choza a llorar. Marian tampoco se contiene. Kim nos abraza y nos da un poco más de ese amor que desborda.
Le pregunto cuan largos se le deben hacer los días a Tom sentado en aquella silla. Ella me dice que cree que Tom es bastante feliz pese a todo. Está con su padre en su casa y no en un rincón de alguna institución y en su nivel de conciencia siempre lo encuentra sonriente.
La misma pregunta de siempre me aprieta la cabeza. Por qué soy tan afortunado y por qué alguien como Tom ha tenido tan mala suerte?
Él no tiene que pagar facturas Jordi, me dice. No tiene nuestros problemas ni nuestra conciencia. Y siempre sonríe alegre. Kim no está segura de que sea más desgraciado que nosotros.

Gràcies Jordi per viure-ho i compartir-ho.